Fractura hidráulica: riesgos sísmicos.
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POR LUCIA SEQUEIRA Y BELEN MOREL. ESTUDIANTES DEL INSTITUTO MARIA AUXILIADORA. |
La fractura hidráulica consiste en
la utilización de agua mezclada con productos químicos que se introduce en el
subsuelo, con el fin de fracturar los estratos rocosos profundos, y así liberar
los gases en su interior, gases cuyos orígenes se remontan a millones de años atrás:
su
formación se produjo en antiguas masas arcillosas, hoy esquistos. Esta técnica ya está presente en
aproximadamente en el 60% de los pozos de extracción actualmente en uso. La popularización
de su empleo en los últimos años se debe principalmente a la creciente demanda
energética a nivel mundial y a los beneficios económicos que esta práctica
proporciona. Sin embargo, algunos países como Gran Bretaña, Alemania o Francia
y varios estados de Estados Unidos han paralizado este tipo de explotación
debido a fundadas sospechas de efectos secundarios devastadores.
Al respecto, Antonio Aretxabala, geólogo y director técnico del Laboratorio de
Edificación de la Universidad de Navarra, exponía las principales
características de los efectos colaterales que esta técnica supone. Cada
pozo de extracción tiene una duración máxima de
6, 7 años, y en todo este proceso
se necesitan unos 20.000.000 de litros de agua; además, es habitual que junto con estos se
incluyan multitud de compuestos químicos, cuya finalidad es favorecer la fisura
de la roca, los cuales podrían contaminar tanto el terreno como los acuíferos
subterráneos. En cuanto a la contaminación del aire, el
efecto de pérdida de gas en los pozos de extracción es una realidad muy
difícil de controlar. El metano, más otros pequeños gases, al ser despedido a
la atmósfera tiene un potencial de gas de efecto invernadero 20 veces superior
al del dióxido de carbono, lo que podría sin dudas contribuir al calentamiento
global, que se hace cada vez más tangible.
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ANTONIO ARETXBALA, GEÓLOGO Y DIRECTOR TÉCNICO DEL LABORATORIO DE EDIFICACIÓN DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA. |
También enunciaba que la fractura hidráulica está relacionada con la
actividad sísmica, por dos vías. En primer lugar, al trabajar con rocas
que ya están fracturadas, dado que en el interior terrestre no existen rocas
continuas, lo que se hace es romperlas nuevamente, produciendo reajustes que se
manifiestan en la superficie como microsismos, es decir, sismos por debajo de
los grados 2 o 3 en la escala de Richter. En segundo lugar, agregaba que se está comenzando
a implementar, con motivo de las enormes cantidades de agua contaminada con
químicos que al verse desertados los pozos quedan, una práctica que tiene que
ver con la inyección de las aguas residuales en zonas profundas, más o menos a 6 o 7 kilómetros
por debajo de la superficie, donde se
considera no se contaminan los acuíferos superiores. Esta, con el paso de los
años, genera la acumulación de grandes cantidades de agua, produciendo movimientos por debajo de la
corteza terrestre: estaríamos hablando de hidrosismicidad, a la cual se le
puede atribuir terremotos mayores que los producidos por la propia
fracturación.
“Los
geólogos europeos y americanos estamos cada vez más de acuerdo en que la
expansión de la producción de gas de esquisto es responsable de una serie de terremotos
que han alterado algunas comunidades y llevado a las autoridades de Arkansas,
Ohio, Oklahoma y también a las del Reino
Unido a cerrar algunas
explotaciones de gas natural. La cuestión en la actualidad, es si las
operaciones subterráneas causantes del problema deberían ser reducidas o
supervisadas con un mayor control para minimizar futuros terremotos, y si los
relativamente pequeños podrían tener el potencial de desencadenar otros
verdaderamente destructivos”,
concluía Aretxabala.
Teniendo en cuenta
esta problemática que se añade a la lista, se hace evidente que debemos
informarnos e investigar al respecto, para no acabar en una práctica cuyos
beneficios económicos sean a costa de la salud de nuestro ambiente, valga la
aclaración, el único que tenemos.
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